En tiempos de tribulación, reconozco mi necesidad de consuelo. Los momentos de pesar son parte natural de la vida, y los supero abriendo mi corazón al poder sanador de Dios.
Descanso en la energía del Amor divino que alivia y consuela.
La plenitud del amor en mi corazón se correlaciona con la profundidad del dolor que siento por la pérdida de un ser querido.
El amor divino fluye por medio de mí como un sentimiento de paz. Aun cuando camine por el valle de las sombras, sé que saldré a la luz de un nuevo día. A su debido tiempo, la pena y el dolor serán aliviados por el gozo de los recuerdos compartidos.
El amor nunca termina. Recibo consuelo del amor que mora en mí y del amor de Dios que está conmigo siempre.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Mateo 5:4
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