Con origen en el latín panegyricus (que, a su vez, deriva del griego), panegírico es un término vinculado a las loas, los elogios o los cumplidos que se dedican a algo o alguien. El concepto puede emplearse como sustantivo (las palabras o textos de alabanza) o como adjetivo (la calificación que reciben dichas expresiones).
El panegírico puede pronunciarse para alabar un determinado territorio, y también reciben este nombre algunos cantos de victoria y de guerra, e incluso las oraciones y los cantos que se entonan durante una boda o un ritual. El término panegida tiene el mismo origen, y se utiliza para dar nombre a las misas en ruso.
Por ejemplo: “El gobernador invirtió cuarenta minutos en pronunciar un panegírico sobre el ministro”, “Estoy cansado de escuchar panegíricos acerca de las bondades de este producto”, “Su último libro fue un panegírico de la revolución socialista”.
Es sencillo diferenciar entre un texto descriptivo y un panegírico: hay que analizar los adjetivos que se emplean. Un texto que se limita a describir las características de una construcción puede señalar expresiones como “El edificio, de gran tamaño, cuenta con tres salones. Su techo es de color rojo, mientras que su decoración es minimalista”. Un panegírico sobre la misma construcción, en cambio, indicaría: “El monumental edificio, que refleja la brillante capacidad de su talentoso diseñador, dispone de tres majestuosos salones. Su techo de color rojo conmueve por su belleza, mientras que la decoración de estilo minimalista genera una emoción muy profunda”.
Los panegíricos, como textos, suelen condenarse por su falta de sentido crítico. Esta clase de manifestaciones se limitan a engrandecer aquello que elogian, dejando de lado cualquier matiz o punto de vista contrario. Los panegíricos son habituales en ámbitos en los que la discusión, el intercambio de ideas y la reflexión crítica no son frecuentes, como es el caso de los regímenes totalitarios.
PanegíricoEn el centro del panegírico se exaltan las virtudes y los sucesos más relevantes del objeto en cuestión, que puede ser una persona, una situación, un acontecimiento, una efeméride o un lugar. Las partes de este discurso son las siguientes: un exordio, que sirve para justificar el propio acto; una demostración, que permite desarrollar el relato de cada virtud; un epílogo, que da un cierre apoteósico a la efeméride. Cabe mencionar que en un panegírico no hay lugar para la refutación.
Entre los elementos que deben formar parte de un discurso panegírico se encuentran las figuras de estilo y las retóricas, haciendo uso de todo tipo de ornamentos y de herramientas para amplificar el contenido. Se trata de un discurso necesariamente exagerado, dramatizado, que magnifica por todos los medios al objeto homenajeado.
Con respecto al origen de la palabra panegírico, cabe mencionar que el dios Apolo, uno de los más importantes de la mitología greco-romana, fue conocido por este sobrenombre. Este término también se empleaba en el teatro de la Antigua Grecia para dar nombre a un canto de triunfo o de loanza al dios recién mencionado. El contexto de estos cantos era una coral que solía articular las obras para facilitar la comprensión de la historia, al mismo tiempo que amenizar la velada. Por otro lado, Panegírico fue un antiguo dios griego que se asociaba a la protección de la salud de su pueblo.
Los antiguos romanos utilizaban el término panegírico para designar el discurso pronunciado por los cónsules ante el emperador luego de haber sido elegidos, como símbolo de agradecimiento y para expresarles su admiración y su respeto. Existe un famoso panegírico hecho por Arístides como alabanza a su Imperio, que resalta la admirable disciplina de su ejército, la eficacia del sistema para satisfacer a su gente, el constante desarrollo de sus ciudades y el florecimiento innegable de su comercio.
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